Carranza en la frontera

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Rigoberto Losoya Reyes.

El gobernador de Coahuila Venustiano Carranza, fue el único gobernador que desconoció al general Victoriano Huerta, como nuevo presidente de la república, por considerarlo totalmente ilegal la forma de como asumió el poder, después de haber ordenado el asesinato de Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez.

El 19 de febrero de 1913, el XXII Congreso Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila, emitió el decreto número 1421, en el cual se desconoció al general Victoriano Huerta como Jefe del Poder Ejecutivo de la República, así como, todos los actos que dictara con ese carácter, al mismo tiempo le concedió al gobernador Venustiano Carranza facultades extraordinarias en todos los ramos de la administración pública para proceder a armar fuerzas, para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República.

Días después, el 9 de marzo, los valientes diputados locales del estado, se trasladan a la población fronteriza de Piedras Negras y el diputado local, Gabriel Calzada, fue nombrado jefe de las armas, administrador de la aduana y ejercer las funciones de un presidente Municipal. Carranza y sus correligionarios redactan el Plan de Guadalupe en la hacienda del mismo nombre, firmándolo el 26 de marzo, convirtiendo el documento en el sustento legal del movimiento constitucionalista.

Al día siguiente, los jefes y Oficiales de la guarnición de Piedras Negras, quienes ya se habían instalado en Piedras Negras, fueron los primeros en secundar al señor Carranza, quien decide trasladarse a esta población fronteriza para organizar el movimiento revolucionario.

Es digno de reconocer la patriótica actitud del Varón de Cuatrociénegas arriesgando su seguridad personal y la de su familia a favor de una causa nacional. Su suerte estaba echada y no había viaje de regreso, él no sabía si alcanzaría a ver el resultado de su patriótica aventura.

En Piedras Negras, Coahuila, se organiza una de las gestas revolucionarias más importantes de la historia nacional, la organización del ejército constitucionalista que hasta hoy conmemoramos cada 19 de febrero en todo México. Con este acto patriótico, la ciudad de Piedras Negras quedó plasmado en nuestra historia nacional.

El 4 de abril de 1913, el gobernador Constitucional de Coahuila y Primer jefe del Ejército Constitucionalista emitió un manifiesto al pueblo americano haciendo algunas consideraciones y justificación de su movimiento revolucionario cuyo único fin fue el restablecimiento de la legalidad en nuestro país.

El 19 de abril después de establecerse en nuestra ciudad, el señor Carranza, declaró las instalaciones de la aduana fronteriza como sede del   cuartel del ejército constitucionalista. En este histórico lugar, se generó una importante correspondencia con los que se convirtieron en los principales protagonistas de la revolución. También llegaron cientos de voluntarios que se enlistaron para servir lealmente al movimiento.

Algunos decretos que hoy forman parte de nuestra historia fueron firmados en esta sede fronteriza, como aquel de fecha 24 de abril en que el señor Carranza desconoció todas las disposiciones y actos del gobierno federal. Entre las múltiples misivas que escribió Carranza, llama la atención una que envió al general Emiliano Zapata para invitarlo a secundar el Plan de Guadalupe. Esa carta fue firmada en Piedras Negras.  

Algunos voluntarios y buenos patriotas se presentaron para apoyar el movimiento, como Francisco L. Urquizo, Manuel Pérez Treviño, Patricio de León, Jacinto B. Treviño, Lucio Dávila, Juan Dávila, don Laureano y Pedro de León, y muchos más que se adhirieron a la revolución, con un futuro incierto y arriesgando su vida, se entregaron a este ideal patriótico.

La legislatura local continuó con sus trabajos en esta ciudad de Piedras Negras, convirtiéndose así en la capital provisional del estado. Mientras tanto, en los talleres de la maestranza del ferrocarril, se fabricaron los primeros cañones de la revolución constitucionalista bajo la supervisión de Patricio de León Villarreal, originario de Piedras Negras, quien utilizó los ejes del ferrocarril. Al primero de ellos, el más pequeño lo bautizaron con el nombre de “El Rorro”. Su fabricación fue excelente y durante su prueba, los disparos fueron satisfactorios, recibiendo la aprobación del señor Carranza.

Francisco L. Urquizo que formaba parte del estado mayor en la ciudad de México, desertó del ejército, después de la decena trágica, y se trasladó hasta Piedras Negras para presentarse ante el señor Carranza y ponerse a su disposición.  El narra en uno de sus libros, los detalles de cómo se integró el famoso batallón de zapadores: “Aprovechaba el tiempo instruyéndolos sobre disciplina militar, pues la mayoría desconocía el manejo de las armas. Todos ellos pertenecían a una vida pacífica, no estaban acostumbrados a largas caminatas ni a manejar una carabina. Estas prácticas fueron observadas con agrado por don Venustiano Carranza y se le ocurrió formar un batallón con los voluntarios, la mayoría de ellos mineros procedentes de las minas de carbón”. Se logró reunir hasta 500 hombres e inmediatamente se dispuso a su organización. Fueron uniformados y armados y se formó el Batallón de Zapadores de Piedras Negras, compuesto de tres compañías y una plana mayor. Su equipo se adquirió en la vecina población de Eagle Pass, Texas. 

El proyecto despertó tanto entusiasmo que en la maestranza del ferrocarril se confeccionó unos gafetes metálicos para el batallón (una pala y un fusil cruzados y en medio una granada estallando). Estos gafetes los llevaría la tropa en los sombreros y los oficiales en el cuello de las camisolas. Primero se les enseñó a conocer y manejar su arma: accionarla, limpiarla, apuntar y disparar sin cartuchos. Narra Urquizo que tomando el camino real (actual Avenida Carranza), caminaban hasta la Villita, y se practicó algunas formaciones de combate.

En mayo, el Primer jefe de la Revolución ordenó la compra de armas y parque, ordenando a su representante confidencial en Washington, que se comprara pólvora, cartuchos 30-30, cartuchos para fusiles máuser y se cruzaban de contrabando en cajas con la leyenda “Ropa”. La vigilancia en la garita era muy estricta. Periodistas y fotógrafos de los norteamericana y Europa se dieron cita en Piedras Negras para cubrir las actividades y organización del movimiento constitucionalista que ya había llamado la atención a nivel internacional. 

A principios del mes de octubre, ante la inminente aproximación de las fuerzas federales, se decidió dejar la plaza de Piedras Negras, para no exponer a su población y generar un conflicto internacional por el probable daño colateral de una batalla urbana. Antes de retirarse se ordenó que las vías del ferrocarril fueran destruidas para dificultar la llegada de las tropas huertistas a Piedras Negras. Cuando las fuerzas carrancistas abandonan la población de Piedras Negras, la plaza fue recuperada por el ejército huertista al mando del General Gral. Joaquín Maass Flores. Cientos de familias se refugian en Eagle Pass ante el temor de que los federales tomaran represalias por haber apoyado al señor Carranza. Los nigropetenses se alojaron en jardines públicos al no tener donde pasar la noche. El Consulado mexicano solicitó ayuda económica para darles de comer.