La trasformación fracasó y su gobierno es fallido

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Jorge Arturo Estrada García.

“¿Mejores partidos? Claro que sí. ¿Mejores políticos? Por supuesto. Pero para eso hacen falta ciudadanos comprometidos, que hagan algo más que quejarse en Twitter o en la barra del bar.”
Ignacio Escolar

«Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan»
George Jean Nathan

“Lo más maravilloso de la historia es la paciencia con que hombres y mujeres se someten a las cargas innecesarias con que sus gobiernos los abruman.”
William Borah

El presidente no detiene la marcha, avanza implacable y aplasta a los que se le oponen. Combate a quienes lo desafían, los dobla, los encarcela o los hace replegarse. Le conviene la polarización y polariza cada día. Su partido es caótico, dividido y disperso: así lo prefiere y así los domina; y, al que no le guste que se vaya. En la actualidad, Andrés Manuel es el único líder eficiente en lo político. Los demás no tienen estatura para enfrentarlo, mucho menos para detenerlo. Es el único con un plan en marcha rumbo a la sucesión, el Maximato o la reelección. Por lo pronto, destruye al INE y a la democracia por medio de sus dóciles legisladores. Mientras los ciudadanos, apáticos, solamente miramos.

López Obrador, sabe que no es invencible. Las dudas lo asaltan. Los clasemedieros, los arribistas, son un peligro electoral para su Cuarta Transformación, impredecibles. Por eso, requiere desprestigiar al Instituto Nacional Electoral y se dispone a mutilarlo, mientras termina de demolerlo. La trasformación ya fracasó y su gobierno es fallido. El presidente está obsesionado con el poder y ya nos metió en esa dinámica.

Andrés Manuel López Obrador

Morena es él, los seguidores son suyos. Que se vaya quien quiera y muy pocos lo seguirían, no tienen estatura. AMLO proyecta que con cualquiera de sus tres corcholatas obtendrá los votos necesarios para ganar. Supone, y así lo pide, que sus seguidores fervorosos votarán masivamente por su designado, por el ungido.  De esta forma, tiene a la mitad del país seducida por sus rollos o por sus becas. La otra mitad, está molesta pero descabezada y despolitizada, no hay líderes. La clase política mexicana, siempre tan nefasta, está atemorizada por el poderío del tabasqueño; así, obedecen y negocian, se doblan por las buenas o por las malas.

Así, sin líderes reales, los priistas de todos los tamaños, ni siquiera pueden derrocar a su dirigente, Alejandro Moreno, que se convirtió en un elemento tóxico que todo lo contamina y lo envenena. El PRI ya es sólo la tercera fuerza política del país, ya solamente le quedan dos gubernaturas que estarán en disputa el 2023: el estratégico Estado de México con su padrón de 12 millones de electores y su presupuesto anual de más de 300 mil millones de pesos; y Coahuila, que tiene un padrón de dos millones 250 mil y un presupuesto de 60 mil millones, solamente. Para tener una idea, la lista de electores de la Ciudad de México es de siete millones 700 mil votantes.

En ambas entidades, el PRI requiere ir en alianza con el PAN y el PRD para poder competir contra el tsunami morenista. Si fuera en solitario, perdería. Hace cinco años, ganó, en los dos estados, por menos del tres por ciento de los votos; y lo logró por la dispersión del voto anti-PRI entre varios candidatos y con una ayudadita del tribunal electoral para el caso coahuilense.

El Estado de México está en riesgo de perderlo el 2023, el gobernador Alfredo del Mazo podría negociar con AMLO, traicionar y convertirse en embajador de exilio dorado. En Coahuila, la elección se percibe también muy cerrada. Todas las encuestas marcan empate técnico entre la Alianza y Morena. Manolo Jiménez, es el más competitivo de los aliancistas y por los morenistas el voto sería igual por Armando Guadiana, que por Ricardo Mejía y que por Luis Fernando Salazar. Aunque, fue evidente que quien les metió intensidad a las precampañas fue Mejía Berdeja, quien con su estilo cimbró a los liderazgos tricolores, los puso nerviosos; reclutó a prianistas marginados, en todas las regiones, y se convirtió en el enemigo a vencer. Sin embargo, la respuesta de López Obrador ante las protestas del lagunero fue brutal: “si no les gusta que se vayan”.

La decisión de López Obrador, de apoyar a Armando Guadiana para ser aspirante morenista para el 2023, causó alivio entre los priistas y en algunos hasta alegría. Ellos, ya piensan que no será tan difícil vencer a Don Armando, quien ha perdido en dos de las tres elecciones en las que ha participado en los últimos cinco años.  Ricardo, seguirá en su cargo actual y será ayudante en los casos del agua en La Laguna y de AHMSA.

En el estado norteño, el grupo en el poder ha perfilado a Manolo Jiménez desde hace cuatro años. En este momento, le buscan un rival para simular una contienda interna, ya se rajaron los excalefactos, Jericó Abramo y Román Alberto Cepeda. Lo cierto, es que Miguel Riquelme será el último gobernador priista que no tenga que dividir el poder con sus aliados, bajo un contrato de coalición. Será el fin de una era de más de 90 años.

Para completar el escenario, el Movimiento Ciudadano ya mueve sus piezas. En el caso Coahuila, el MC ronda los cuatro puntos en las encuestas, no tienen ninguna posibilidad de ganar. Su rol será intentar captar a los indecisos, a los que repudian a panistas, morenistas y priistas. Su máxima figura local es Alfonso Danao, un personaje que no emociona a muchos, ni en redes ni en vivo. Él perdió su chispa hace años.

El “aliado de todos los procesos”, Lenin Pérez, quien hace cinco años fue socio de los panistas y hace unos meses fue con Morena; ahora, intenta cautivar al partido naranja. La Unidad Democrática de Coahuila mantiene su fuerza en las regiones Centro y Carbonífera, en donde han conseguido victorias durante años, aun con candidatos y gobiernos no muy brillantes.

Así, en Coahuila, el Movimiento Ciudadano irá de esquirol. La elección se pronostica más competida que la de Miguel Riquelme contra Memo Anaya. En diciembre del 2022, Morena y la Alianza aparecen con un empate técnico en los 38 puntos porcentuales de intención de voto. La moneda está en el aire y Lenin intenta revolver la mesa, ¿cuál será su recompensa en esta ocasión? Él sabe que nunca será un protagonista estelar y se conforma con ser un actor de reparto. Aún en las derrotas, la política sigue siendo un gran negocio de muchos millones de pesos.

Es el turno de Coahuila. El cierre del sexenio será fragoroso. Esta etapa, será especialmente difícil. Ya las malas decisiones de los gobernantes impactan con fuerza en los hogares de los mexicanos. Indudablemente deberemos tomar partido y salir a votar el primer domingo de junio del 2023 y 2024.

Los coahuilenses siempre tan presumidos, ahora sí, deberemos presentarnos en las urnas y votar. Antes, durante meses habrá que informarnos bien, con intensidad. La propaganda llenará los espacios, pero hay que contrastarla con la realidad. Se trata de la seguridad y la prosperidad de nuestras familias, de los sueños de progreso que cada uno tenemos y para lo que nos hemos esforzado durante años.

Ya sabemos la clase de políticos que tenemos, ya sabemos que son capaces de todo. Hasta de cambiar las reglas para aferrarse al poder y meternos en dinámicas peligrosas y decadentes. Decenas de millones de ciudadanos, padecemos las consecuencias. El presidente López Obrador hará muy poco para que las cosas mejoren. No lo pudo hacer durante cuatro años, menos lo hará en la actualidad, cuando el tiempo se le agota. Cuando siente que el poder se le va de las manos. Además, él ya está inmerso en lo electoral. Para él, es indispensable mantener a la Cuarta Transformación en el Palacio Nacional a cualquier costo, y, de cualquier manera. 

Ya quedó claro. La transformación prometida toma forma. La 4T de México, se consolida como un país con más pobres; con políticos corruptos vestidos de guinda; con el PRI aplastado y cooptado; con López Obrador aferrándose al poder y con el ejército convertido en su guardián. La democracia, el progreso y la calidad de vida van quedando en segundo plano, en el discurso mañanero solamente. Este es un proyecto de poder político, no de desarrollo social. Lo que interesan son las clientelas electorales. 

El presidente está furioso. Finalmente, se percató de que la mitad de los mexicanos no lo quieren y tampoco les gusta su forma de gobernar. Al parecer, eso su ego no lo soporta.  Su instinto político lo hace reaccionar y explota. Ellos, son millones de desagradecidos, “arribistas y desclasados”. Entonces, apoderarse del INE se vuelve indispensable, la ley no debe atravesarse en los planes del líder para transformar al país. Eso, el pueblo bueno, en su sabiduría sí lo comprende. Los otros, en sus egoísmos, no.

Ya no hay contrapesos. Aislados, recelosos y conflictuados, los ciudadanos, medios y organizaciones de la sociedad civil lucen azorados e incompetentes. No pueden con el dueño del Palacio Nacional. Ante ellos parece un gigante.

La democracia mexicana apesta. Somos un país sin demócratas ni ciudadanos. Tenemos más de 100 millones de habitantes apáticos, poco enterados, individualistas e influenciables. Las élites económicas y políticas han procurado generar una sociedad de ese tipo, y se han despachado con la cuchara grande. Ellos, durante décadas la fueron construyendo. Solamente en ocasiones los mexicanos nos hemos unido y hemos logrado contados triunfos colectivos. Casi siempre las cosas nos caen desde las élites, las buenas y las malas; no exigimos ni peleamos por ellas, son concesiones desde el poder.

En esta ocasión, se ha dado un paso preocupante. Los legisladores así lo votaron, obedeciendo al tabasqueño que ordena desde el Zócalo. Como siempre, ni nos consultaron; esos diputados y senadores, están intentando salvarse de la cárcel, de conservar sus fortunas y sus carreras políticas. Sería cuestión de no olvidar sus nombres para cuando vuelvan a aparecer en las boletas o en los organigramas oficiales.

AMLO se quiere quedar con el poder. Para ello, requiere que los ciudadanos libres, y no acarreables, no voten en su contra, quiere mantenerlos divididos y sin opciones fuertes. Él está preparado para aplicar las viejas mañas de los priistas, para sacar el triunfo en el 2024. Por esa razón, demanda desmantelar al INE. Así, cada día, Andrés Manuel, desde hace cuatro años se empeña en destruir a la precaria democracia, a los escasos contrapesos y también intenta impedir la formación de una opinión pública sólida y enterada. De esta forma, va destruyendo los caminos que lo llevaron a él al Palacio Nacional.  No quiere sorpresas. No quiere que nadie ajeno a él gane una elección presidencial.

Estamos en un momento crucial para el país. Presenciamos al gobierno de los tibios y los peores. El presidente agrede a la precaria democracia mexicana. Luego, siguen los consejeros electorales y apoderarse de la Suprema Corte de Justicia. Ni más ni menos. Veremos.