LA CIUDAD INVADE Y DESTRUYE LOS VESTIGIOS DE NUESTRA HISTORIA SANTA ANA DE LOS NAVARRO

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Virgilio Rafael González Guajardo.

El inicio de Saltillo se caracteriza por haber sido un valle lleno de posibilidades que atrajo a personas de distintas procedencias, habilidades y estratos sociales, principalmente aquellos de estatus económico medio y bajo, gracias a sus abundantes recursos de tierra, agua, población indígena y oportunidades comerciales. Tanto destacados conquistadores como humildes exploradores buscaron obtener reconocimiento y riqueza en este lugar.

Debido a la ausencia de minas en la zona, fueron las familias de ciertos conquistadores y algunos individuos como Urdiñola quienes lograron acumular grandes fortunas mediante su astucia y relaciones. Estos supieron manejar con pericia los desafíos que presentaba la conquista española, logrando reinvertir los beneficios obtenidos de una conquista en la siguiente.

Sin embargo, alcanzar el éxito no fue tarea sencilla y la inicial prosperidad de los primeros agricultores y poseedores de encomiendas pronto enfrentó varios obstáculos, incluyendo el nivel de riqueza previo a la fundación de Saltillo. Los inmigrantes españoles llegaron con el deseo de llevar a cabo grandes hazañas para, basándose en sus méritos, solicitar encomiendas de indígenas a la corona española. Estos inmigrantes habían trabajado como mineros, agricultores, artesanos, muleros y cazadores de indígenas en otras partes de la Nueva España.

Una vez en Saltillo, solo unos pocos, como Francisco de Urdiñola y Bernabé de las Casas, lograron amasar fortunas significativas, el primero fundando un pueblo indígena y un extenso latifundio, y el segundo casándose con la hija de uno de los principales conquistadores y fundadores de Saltillo, Don Juan Navarro.

Fue notable que los primeros colonos lograran establecer haciendas y estancias con ingresos limitados, generalmente derivados del comercio o la minería. En generaciones posteriores, Las Leyes de Indias, prohibió la práctica de capturar y esclavizar indígenas para venderlos, por lo que aquellos primeros fundadores de Saltillo supieron aprovechar la abundancia de agua y las fértiles tierras del valle.

Juan Navarro, obtiene por merced real una hacienda de 500 hectáreas, a la que denominó Hacienda de Santa Ana de Los Navarro (hoy colonia Los Rodríguez)

La medida de una hacienda en la Nueva España no se definía en términos de metros cuadrados, ya que el concepto de «hacienda» se refería más bien a grandes extensiones de tierra dedicadas a la agricultura, la ganadería o ambas, incluyendo también en muchos casos instalaciones para la producción (como molinos y talleres), viviendas para los trabajadores y la casa grande o señorial del propietario. El tamaño de una hacienda podía variar enormemente, desde unos pocos cientos de hectáreas hasta varias decenas de miles.

Es importante mencionar que la extensión territorial de las haciendas podía depender de muchos factores, como la región de la Nueva España en la que se encontraban, la riqueza y poder de sus propietarios, así como el período histórico específico, dado que la Nueva España abarcó desde el siglo XVI hasta el principio del siglo XIX.

Uno de los descendientes de Don Juan Navarro, fue Diego Rodríguez quien cambió en los 1600’s el nombre de la hacienda de Santa Ana de los Navarro a Santa Ana de Los Rodríguez, según consta en los testamentos del capitán. Diego Rodríguez, Juan José Rodríguez, Juan Luis Rodríguez, María Trinidad Rodríguez y Joseph Luis Rodríguez.

La Hacienda de Santa Ana de Los Navarro fue una de las muchas haciendas históricas que se podían encontrar en México, país conocido por estas grandes propiedades que datan de los periodos colonial y postcolonial. Estas haciendas eran centros de actividad agrícola, ganadera, minera, o una combinación de éstas, y jugaban un papel crucial en la economía y sociedad de su tiempo.

Desafortunadamente, la casa grande que construyó Don Juan Navarro, fue demolida en el año 2014, por personas sin escrúpulos e ignorantes del gran valor histórico que este inmueble representó para Saltillo desde el siglo XVI; otra muestra más de que no se cuida ni protege la preservación del patrimonio cultural de Coahuila.

La Hacienda de Santa Ana de Los Navarro, posteriormente, Hacienda de Santa Ana de Los Rodríguez, solían enfocarse en la agricultura, especialmente en el cultivo del algodón, la vid, y la cría de ganado, entre otras actividades. Además, de trigo, maíz, hortalizas y árboles frutales en inmensas huertas, campos que eran regadas con la denominada agua Navarreña y la Rojeña (Santos Rojo), mismas que fueron desviada en 1976 para “nutrir con su agua a fraccionamientos privados y de lujo y consecuentemente provocando la muerte de miles de árboles al norte de Saltillo y anulando de manera definitiva las labores agrícolas y el modus vivendi de cientos de familias.